“No es de todos los progenitores amar incondicionalmente a sus hijos”
Por Eros Ortega Ramos/Ciudad de México.- El 27 de abril del año en curso, el semanario de circulación nacional “Proceso” publicó una sorprendente noticia que llamó poderosamente mi atención por su alto grado de violencia, en este caso, practicada por parte de una madre hacia sus propios hijos. En dicha noticia con el título “Mujer mata a sus bebés gemelos porque «no la dejaban dormir»”, se leía lo siguiente:
“Como no la “dejaban dormir”, una mujer del distrito de Queens, en Nueva York, Estados Unidos, mató a sus bebés gemelos de seis meses de edad, dándoles de beber desinfectante en los biberones, usando agua hirviendo y un cuchillo para atacarlos. Dallis y Dakota fueron encontrados muertos en un edificio NYCHA (New York City Housing Authority) en Queens y Danezja “N”. Su madre, de 23 años, enfrenta cargos por asesinato en primer grado, dos cargos de asesinato de segundo grado y de actuar de manera perjudicial contra un niño, además de posesión de arma blanca” (Proceso, 27/IV/21).
Cabe señalar que previamente a los asesinatos, de acuerdo con la misma nota, un familiar allegado a la madre temía por la seguridad de los gemelos, por lo que poco tiempo después de haber hablado con ella se comunicó al 911 para pedir un control de bienestar. Ante esto, unos oficiales respondieron al llamado de emergencia cerca de las 3:30 PM del jueves, encontrando a los bebés sin vida: “Dakota estaba en la cuna pues falleció en el agua hirviendo y estuvo envuelta en una bolsa de plástico negra debajo de un fregadero durante cuatro días. El bebé varón fue herido en la nuca con un cuchillo que la policía encontró en la casa” (Proceso, 27/IV/21). Pero lo que considero más escalofriante es la frialdad con la cual la madre narró su atrocidad: “Me rendí y dejé de preocuparme. No me importaban los bebés, por eso los envenené” (Proceso, 27/IV/21). Resultaque decidió asesinarlos debido a que los infantes, tal y como dice en la primera cita del presente artículo de opinión, no le permitían conciliar el sueño.
Debido a la impresión que me causaron los filicidios llevados a cabo por esta mujer, que de acuerdo con la Real Academia Española (RAE) se entienden como aquella: “Muerte dada por un padre o una madre a su propio hijo” (RAE, 2020), decidí investigar si había otros casos parecidos, ya que también me resultó muy curioso percatarme de la escasa repercusión mediática que este tipo de notas tienen en las redes sociales, principalmente en Facebook, a diferencia de aquellas en las cuales el asesino es un varón. Para mi sorpresa, el buscador arrojó dos resultados de este tipo de asesinatos perpetrados en México en lo que va de este año:
-“Nadie escuchó y nadie sospechó. Madre que mató a sus 2 hijos en Tijuana era maestra… y youtuber” (SinEmbargo, 04/l/21).
-“Una mujer mató a dos de sus hijos e intentó suicidarse en Puebla” (Infobae, 11/IV/21).
En el primer caso, la victimaria fue Zaira Viridiana Leyva Avilés, quien asesinó a sus dos hijos para luego intentar suicidarse sin éxito, en Tijuana, Baja California. En el segundo caso, suscitado en el barrio de Ixtlahuaca, municipio de Chignahuapan, en el estado de Puebla, la victimaria, cuyo nombre no fue dado a conocer, sostuvo una fuerte discusión con su pareja antes de trasladarse con sus cuatro hijos hacia una casa abandonada en ese mismo barrio para asfixiarlos, arrepintiéndose posteriormente y llamando al número de emergencias para informar de la situación.
Es hasta este punto en donde pude observar tres principales características de este tipo de asesinato, mejor conocido como filicidio, que se hicieron presentes únicamente cuando se dio a conocer que fue cometido por una mujer:
- 1.- La interpretación victimista del hecho por parte de la opinión pública
- 2.- La ausencia de razones intrínsecas (como por ejemplo las catalogadas como de “género” en el caso de los feminicidios) o per se del hecho
- 3.- La carencia de mediatización de la noticia por parte de las principales redes sociales
En cuanto a la primera, hago referencia a la concepción, a mi parecer errada, de la victimaria como “mera víctima de sus circunstancias”, orillada a llevar a cabo un asesinato por su situación de vulnerabilidad y nula capacidad de raciocinio. Un ejemplo de esto se muestra a continuación con uno de tantos comentarios escritos en Facebook de la siguiente índole: “Y el padre como siempre dejando a la deriva a sus hijos, tal vez si hubiera estado ahí y se hubiera preocupado por sus gemelos, no hubiera pasado, el tipo si embarazo a una mujer así y sabía cómo era es igual de culpable”. ¿O sea que como el padre estuvo ausente se justifica el hecho de que la victimaria asesinara a sus propios hijos? ¿Qué habría pasado si en este caso hubiera sido el padre el que cometió un crimen de esta naturaleza? ¿Se habría culpado a la mujer por haber sido ella la ausente? Lo dudo en demasía. En este país se sigue generalizando aquella percepción del hombre como el permanente agresor en potencia y de la mujer como un ser eternamente bondadoso e incapacitado para mentir y hacer daño. La realidad nos demuestra lo contrario.
En cuanto a la segunda, únicamente me planteo una interrogante: ¿Si hablamos de filicidio se podría sostener que la victimaria asesinó a sus hijos por el simple hecho de serlo? ¿Así tal cuál y como se argumenta actualmente en la totalidad de los asesinatos de mujeres por cuestiones de género (feminicidios)? ¿O sería más funcional y enriquecedor al estudio de estos casos averiguar el por qué (razones) de dichos asesinatos, indagando posibles causas en lugar de reducir estos eventos a meras explicaciones ideológicas y, por ende, intrínsecas e incuestionables?
Y en cuanto a la tercera, lo único que puedo decir es que la falta de, tal y como lo mencioné anteriormente, repercusión mediática por parte de los medios de comunicación, principalmente de las redes sociales, me hace reafirmar ese paradigma sexista que envuelve la imagen que se tiene de los hombres y de las mujeres que cometen crímenes contra sus propios familiares. Si el victimario es hombre se suscita una indignación generalizada por el aprovechamiento que este hace de su condición de “privilegiado”, sin embargo, si la victimaria es una mujer se recurre, tal y como sostuve en el primer punto, a la justificación de su acto debido a su condición de víctima en un contexto de permanente vulnerabilidad y sometimiento.
Con esto, tanto implícita como explícitamente, se reafirman los dañinos estereotipos sexistas que giran en torno al paradigma que la sociedad ha venido construyendo respecto al rol que tanto hombres como mujeres desempeñan en un delito, en este caso un crimen; ellos asesinan porque son reproductores de sus privilegios, ellas asesinan porque son víctimas de los privilegios reproducidos por ellos. Un círculo vicioso interminable que se seguirá repitiendo siempre que la ideología se anteponga al análisis crítico y a la razón.
Gracias por su lectura.
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