Agencias, TAKOMA PARK, Maryland, EE.UU. .- Un petirrojo regordete que llevaba una delgada “mochila” con una antena se pasea por un patio de Takoma Park y luego pilla una chicharra del piso para saciar su apetito.
La ecóloga Emily Williams observa con binoculares desde detrás de unos arbustos. En un día primaveral despejado, trata de obtener información sobre la vida romántica del ave. “Ahora trato de ver si encontró pareja”, comentó, analizando su comportamiento con otro petirrojo en un árbol cercano.
Cuando el petirrojo migre, la mochila le enviará información acerca de su paradero a través del satélite Argos.
El objetivo es determinar por qué algunos petirrojos migran largas distancias y otro no. Con información más precisa sobre su reproducción y sus hábitos en el invierno, “deberíamos poder determinar el papel de su genética y del medio ambiente en los patrones de migración”, dijo Williams, quien trabaja para la Universidad de Georgetown.
La colocación de radiobalizas en las aves no es nada nuevo. Pero una nueva antena instalada en la Estación Espacial Internacional y receptores en el satélite Argos, combinados con chips rastreadores y baterías cada vez más pequeños, permiten a los científicos monitorear a la distancia los movimientos de las aves con mucha más precisión que antes.
“Estamos en una especie de era dorada de la investigación de las aves”, expresó Adriaan Dokter, ecólogo de la Cornell University que no participa en el estudio de Williams. Es sorprendente el que podamos rastrear a los petirrojos usando satélites y chips cada vez más pequeños. Hace diez años, esto era inimaginable”.
El aparato envía la ubicación precisa del ave, con un radio de 10 metros (30 pies) y no los 200 kilómetros (125 millas) de los instrumentos usados hasta ahora.
Esto implica que Williams puede decir no solo si el pájaro todavía está en la ciudad, sino que puede saber la calle o el callejón donde se encuentra. O si pasó de los suburbios de Washington a los jardines de la Casa Blanca.
En los petirrojos más grandes se coloca un aparato que incluye un acelerómetro, el cual suministra información sobre los movimientos del ave. En el futuro podrán medir también la humedad y la presión barométrica. Estos aparatos de Icarus funcionan con una nueva antena de la Estación Espacial Internacional.
La antena fue colocada hace unos dos años, “pero hubo algunas fallas y tuvimos que traerla de vuelta con un cohete ruso, y luego transportarla de Moscú a Alemania para arreglarla”, dijo Martin Wikelski, director del Instituto de Comportamiento Animal Max Planck, cuyo equipo está perfeccionando la nueva tecnología.
A medida que los investigadores colocan más aparatos, Wikelski pronostica la creación de una “internet para animales, una colección de sensores en todo el mundo que nos dan una mejor idea del movimiento de la vida en el planeta”.
Los petirrojos son un pájaro cantor emblemático de Estados Unidos, cuyo trino anuncia la llegada de la primavera. Sus hábitos migratorios, no obstante, siguen siendo un misterio para los científicos.
“Es sorprendente lo poco que sabemos sobre algunos de los pájaros cantores más comunes”, dijo Ken Rosenberg, científico de la Cornell University. “Tenemos una idea general de su migración, pero solo algo muy general”.
Un estudio previo de Williams indicó que algunos petirrojos viajan largas distancias, más de 4.480 kilómetros (2.780 millas), entre su sitio de reproducción en Alaska y sus refugios de invierno en Texas. Otros, en cambio, no se mueven de un patio la mayor parte del año.
¿Por qué algunos migran y otros no? ¿Tiene que ver con la disponibilidad de comida, los cambios de temperatura o la posibilidad de encontrar parejas y tener crías?
Williams espera que los nuevos aparatos ofrezcan información más detallada, que, combinada con los registros de anidación exitosa, permitan descubrir más patrones en un estudio de tres años que adelante con colegas que observan a petirrojos de Alaska, Indiana y la Florida.
Los científicos colocaron monitores que permiten su rastreo en aves de rapiña grandes en el pasado, pero ahora la tecnología produce aparatos pequeños que pueden ser adosados a pájaros cantores. Un aparato debe pesar menos del 5% del peso del animal para que no resulte una carga demasiado pesada.
En un jardín de una casa de Silver Spring, Maryland, Williams despliega una red de nylon entre postes de aluminio. Cuando un petirrojo cae en la red, ella lo desenreda delicadamente, mide sus dimensiones y le saca una pluma para analizar su salud.
Luego pesa al animalito. Este pesa 80 gramos, justo lo necesario para poder cargar la mochilita con el monitor de Argos, del tamaño de una moneda de un centavo.
Al abrir su mano, el petirrojo cae al piso. Luego da unos pocos pasos y finalmente, cuando se acostumbró al peso sobre su espalda, alza vuelo.
Además de ofrecer la ubicación precisa, los monitores transmiten otra información que Williams puede cargar en su computadora.
Wikelski espera que la nueva tecnología ayude a comprender mejor las amenazas que enfrentan las aves y otras criaturas que soportan la pérdida de sus hábitats, la contaminación y el cambio climático.
“Determinar por qué se reduce la población de una especie es un trabajo de detective”, dijo Ben Freeman, biólogo del Biodiversity Research Centre (Centro de Investigaciones de la Biodiversidad) de la Universidad de la British Columbia. Una información más precisa de los corredores de las migraciones “nos ayudará a enfocarnos en los sitios indicados”.
Un estudio del 2019 en el que colaboró Rosenberg, de Cornell, indicó que la población de aves silvestres de América del Norte mermó un 30% desde 1970, para llegar a 3.000 millones.
Acotó que un seguimiento más de cerca de las aves ayudará a explicar por qué. “¿En qué momento de su ciclo migratorio las aves enfrentan las peores amenazas? ¿Están expuestas a pesticidas en México? ¿Qué impacto tiene la destrucción de la selva brasileña? ¿O todo es consecuencia de lo que hace la gente en sus jardines en Estados Unidos?”.
Con información de la agencia ‘The Associated Press’.