Agencias, Ciudad de México.- Fueron los charcos de lodo verde que dejaban los enormes neumáticos de los tractores en los campos industriales belgas lo que llamó la atención de la ingeniera agrónoma Ineke Maes.
El lodo contenía algas destructivas, el resultado de un exceso de productos químicos utilizados por los agricultores para mejorar sus cosechas, pero a un alto precio para la naturaleza. Maes confiaba en que las políticas ambientales de la Unión Europea empezaran a marcar una diferencia fundamental para mejorar tierras esquilmadas.
En las últimas semanas, algunos de esos tractores salieron de los campos a las carreteras para bloquear grandes ciudades y núcleos económicos, de Varsovia a Madrid y de Atenas a Bruselas. Los agricultores reclamaban que se revocasen algunas de las medidas más progresistas del mundo para combatir el cambio climático y proteger la biodiversidad, con el argumento de que las normas perjudicaban sus medios de vida y les cargaban con una burocracia excesiva.
Y el impacto ha sido enorme.
Las protestas agrícolas afectaron a las vidas diarias de personas en todo el bloque de 27 países, y les costaron a las empresas decenas de millones de euros en retrasos de transporte. Las complicaciones provocaron reacciones automáticas de políticos a nivel europeo y nacional: se comprometieron a retirar medidas, algunas desarrolladas durante años, sobre temas tan variados como el uso de pesticidas o los límites al fertilizante que puede extenderse en los campos.
Para ambientalistas como Maes, que trabaja para la agrupación Federación Belga Mejor Entorno, sería casi cómico si no resultara tan deprimente.
“En el movimiento ambientalista bromeamos que deberíamos conseguir nuestros propios tractores para enviar un mensaje. Entonces competiríamos de forma justa. El objetivo sería que consigamos negociaciones y que alcancemos un acuerdo con un proceso democrático, las normas, ya sabe”, dijo. El ruido de los motores de los tractores ha ahogado los argumentos razonables, señaló.
Y no hay final a la vista.
Después de que cientos de tractores marcaran la cumbre de la UE en Bruselas este mes con un estruendo que no dejó dormir a algunos de los líderes, los agricultores tienen previsto regresar el lunes. Quieren estar allí cuando los ministros de agricultura aborden un punto urgente del orden del día, la simplificación de las normas agrícolas, y una reducción de los controles en explotaciones, que los ecologistas temen suponga debilitar más los estándares.
El ruido político de los tractores —por no hablar de los montones de estiércol arrojados ante edificios oficiales— se hace notar, según los funcionarios. “Eso pone un poco más de presión sobre los ministros que hay dentro. De modo que creo que los ministros serán más insistentes en tener resultados más concretos”, dijo un funcionario europeo de alto nivel que pidió no ser identificado porque la reunión aún no se había celebrado.
Es esa actitud lo que desconcierta a los grupos de presión ambientalistas y ONG: saber que a menudo, los argumentos científicos no son rival para la ley de la calle. Como resultado, el proclamado Pacto Verde europeo, que aspira a que el bloque alcance la neutralidad de emisiones de efecto invernadero para 2050, se ve amenazado.
“Uno no debe perder esa visión de largo plazo, esa visión del futuro cuando se trabaja en normas”, dijo Maes. “Uno no debe responder a los problemas del día simplemente eliminando normas muy importantes que se han debatido, considerado seriamente, que se han incluido en reportes de impacto ambiental y demás, y que también se han aprobado de forma democrática de esa manera”.
Sin embargo, antes de la protesta agraria y la reunión de ministros de agricultura, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para muchos la política más poderosa de la UE, insistió en que sigue “totalmente comprometida con lograr soluciones para suavizar la presión que sienten los esforzados hombres y mujeres que trabajan el campo”.
El cambio de prioridades de Von der Leyen se producía antes de las elecciones europeas del 6 al 9 de junio, cuando un buen resultado de su grupo democristiano, el Partido Popular Europeo, será crucial para mantenerla al timón de la poderosa Comisión. Conforme su partido priorizaba a agricultores e industria, ella también.
“Es un poco difícil ubicar a la señora Von der Leyen”, dijo Jutta Paulus, eurodiputada de los Verdes. “En 2019 empezó como campeona climática y ambiental, básicamente diciendo ‘ya no necesitamos a los Verdes, nosotros somos verdes’. Y ahora dice ‘bueno, la industria me llamó y están preocupados. Así que tengo que hacer algo’”.
La respuesta a las protestas de tractores fue rápida y contundente.
La Comisión que preside Von der Leyen archivó este mes una importante propuesta antipesticidas insistiendo en que “hace falta una estrategia diferente”. También permitió que los agricultores siguieran utilizando tierras que antes debían quedar en desuso para fomentar la biodiversidad. Y las propuestas a debate en la reunión del lunes sobre simplificar el papeleo van en la misma dirección.
Al mismo tiempo una ley de restauración de naturaleza considerada como otra pieza de los objetivos del Pacto Verde ya ha sido suavizada para aplacar a los agricultores antes de presentarla a votación en la cámara europea.
Y a nivel nacional, los políticos han cedido de la misma manera, ya sea en Francia, España o Bélgica.
Flandes, en el norte de Bélgica, ya ha relajado su normativa sobre el uso de estiércol, que pretendía limitar las emisiones de nitratos que pueden perjudicar la calidad del agua. Presionados por las multinacionales de la alimentación, cuyas plantas de procesamiento superan de lejos incluso a las granjas familiares más grande del oeste de Bélgica, Maes teme que probablemente los agricultores y ganaderos continúen con los métodos industriales que agotan el suelo y contaminan el agua.
“Es increíble que todo este proceso se esté paralizando”, dijo.