Agencias, Ciudad de México.- Los días en que Estados Unidos compraba y producía bienes estratégicos en China están llegando a su fin, al tiempo que el gigante asiático quiere competir en el mercado estadounidense y el de sus aliados. La respuesta de Washington ha sido tomar las medidas más proteccionistas en varias décadas.
Según los datos comerciales de abril, publicados la semana pasada, Estados Unidos redujo más de un 10 % su déficit comercial con China hasta los 22.100 millones, un alto porcentaje que no tiene en cuenta el agresivo paquete de aranceles anunciado en mayo por el presidente estadounidense, Joe Biden.
Esa medida esencialmente cierra el mercado estadounidense a los coches eléctricos -con aranceles del 100 %-, semiconductores (50 %) o acero y productos médicos chinos (que pasan de apenas estar gravados al 25 %), algo que se suma a las medidas proteccionistas inauguradas por Donald Trump, que marcaron el inicio de la guerra comercial con Pekín.
La mayoría de las barreras arancelarias entrarán en vigor en 2025 o 2026, así que su implementación dependerá de quién gane las elecciones presidenciales del próximo noviembre, aunque Trump ha prometido ampliarlas, con un arancel general del 60 % para toda importación desde China y del 200 % para el sector automotriz mexicano.
«Estados Unidos quiere reducir la dependencia de China y está tomando medidas para traer parte de la fabricación al país», apunta a EFE la profesora emérita de Economía en la Escuela Maxwell de la Universidad de Siracusa e investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE), Mary Elizabeth Lovely.
México, una solución temporal
Este enfriamiento en los negocios entre Washington y Pekín ya se reveló en las cifras relativas al cierre de 2023, cuando, por primera vez en 20 años, EE.UU. recibió más importaciones de bienes y servicios provenientes de México que de China.
Cifras de la Oficina de Análisis Económico (BEA, en inglés) señalan que el déficit estadounidense con China acabó el año pasado con una disminución de 102.900 millones de dólares hasta los 279.400 millones; mientras que el déficit con México aumentó 21.900 millones de dólares hasta los 152.400 millones.
Lovely puntualiza que Estados Unidos no busca sustituir a China por México ya que «no es una opción viable debido a las diferencias en los recursos naturales, las ventajas comparativas de ambos países y su tamaño».
México, en su opinión, es una alternativa al vacío dejado por el país asiático mientras EE.UU. anima a «sus empresas multinacionales a diversificar sus inversiones y sus redes de abastecimiento» en sectores claves como las baterías, minerales críticos y semiconductores, cuyas inversiones se están disparando en el mandato de Biden.
«Los aranceles pretenden proteger la producción estadounidense de importaciones más baratas mientras las industrias se desarrollan y adquieren la escala suficiente para competir», añade.
Biden hereda la guerra comercial de Trump
Pero el Ministerio de Comercio chino ya condenó la medida y advirtió de que estas nuevas barreras comerciales «afectarán gravemente» a la cooperación entre ambas potencias.
Ya durante el mandato del republicano Trump (2017-2021) Washington impuso aranceles a productos chinos, a los que Pekín respondió con más gravámenes y se desencadenó una guerra comercial que obstaculizó el crecimiento global.
«En año electoral aumentar los aranceles no es buena decisión administrativa, pero sí política», indicó en un comentario reciente el centro de estudios fiscales Tax Foundation, que considera que las medidas proteccionistas, por lo general, «son onerosas» y «aumentan el coste y los precios para las empresas estadounidenses y los consumidores»
Ahora, con los comicios de noviembre, tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano apuestan por una menor integración económica con China porque, según la profesora, ambos creen que es lo que quieren oír los votantes.
Aunque Trump aboga por medidas más extremas, como evitar que las empresas estadounidenses inviertan en China, las políticas en las que más se parecen demócratas y republicanos son las comerciales, ya que ambos apoyan la continuación de los aranceles.
Con vistas al futuro, Lovely considera «con cautela» que si Estados Unidos consigue diversificar sus fuentes de importaciones y sus flujos de inversión fuera de China es probable que el descenso en el déficit con China continúe y que este aumente con otros países.