Agencias, Ciudad de México.- La transición de la bulliciosa Puerto Príncipe, Haití, a una pequeña ciudad de Alabama en el extremo sur de la cordillera de los Apalaches fue un desafío para Sarah Jacques.
Pero, en el transcurso de un año, la joven de 22 años se acostumbró a la tranquilidad y se instaló. Jacques consiguió un trabajo en una planta de fabricación de asientos para automóviles, encontró una iglesia en criollo y llegó a apreciar la tranquilidad y la seguridad de la vida en Albertville tras dejar atrás la agitación política y la violencia que han plagado a su país natal.
No obstante, recientemente, cuando el candidato presidencial republicano Donald Trump y su compañero de fórmula comenzaron a promover información errónea desacreditada sobre inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, que dijeron que causan delitos y “se comen mascotas”, Jacques dijo que han surgido desafíos nuevos e imprevistos.
“Cuando llegué aquí, la gente nos saludaba con un gesto, nos decía hola, pero ahora no es lo mismo”, dijo Jacques en criollo a través de un traductor. “Cuando la gente te ve, te mira como si estuvieran muy callados contigo o te tuvieran miedo”.
En medio de esta creciente tensión, un grupo bipartidista de líderes religiosos locales, agentes de las fuerzas del orden y residentes de Alabama ven las consecuencias de Springfield como una historia de advertencia —y toman medidas para ayudar a integrar a la población haitiana del estado en las pequeñas ciudades donde viven.
A medida que la agitación política y la violencia se intensifican en Haití, los migrantes haitianos han acogido un programa establecido por el presidente Joe Biden en 2023 que permite a Estados Unidos aceptar hasta 30.000 personas al mes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela durante dos años y les ofrece autorización para trabajar. El gobierno de Biden anunció recientemente que el programa podría permitir que unos 300.000 haitianos permanezcan en Estados Unidos al menos hasta febrero de 2026.
En 2023, había 2.370 personas de ascendencia haitiana en Alabama, según datos del censo. No hay un recuento oficial del aumento de la población haitiana en Alabama desde que el programa fue implementado.
El debate sobre la inmigración no es nuevo en Albertville, donde las poblaciones migrantes han crecido durante tres décadas, dijo Robin Lathan, asistente ejecutiva del alcalde de Albertville. Lathan agregó que la ciudad no lleva un registro de cuántos haitianos se han mudado allí en los últimos años, pero señaló que “parece que ha habido un aumento durante el último año, en particular”.
Un representante del sistema escolar de Albertville dijo que, en el último año escolar, el 34% de los 5.800 estudiantes del distrito aprendían inglés como segunda lengua —en comparación con el 17% en 2017.
En agosto, semanas antes que Springfield se convirtiera noticia nacional, una publicación en Facebook respecto a hombres que bajaban de un autobús para trabajar en una planta avícola llevó a algunos residentes a especular que la planta contrataba a personas que vivían en el país sin autorización legal.
Representantes de la planta avícola reportaron en un correo electrónico que todos sus empleados tienen permiso legal para trabajar en Estados Unidos.
El alboroto culminó en una reunión pública donde algunos residentes pidieron claridad sobre el programa federal que permite a los haitianos trabajar en Alabama legalmente, mientras que otros pidieron a los propietarios que “no pusieran a disposición viviendas” para los haitianos y sugirieron que los inmigrantes tienen un “olor distintivo”, según grabaciones de audio.
Para Unique Dunson, una residente de Albertville de 27 años y activista comunitaria, estos sentimientos le resultaron familiares.
“Cada vez que Albertville recibe una nueva afluencia de personas que no son blancas, parece haber un problema”, dijo Dunson.
Dunson tiene una tienda que ofrece suministros gratuitos a la comunidad. Después que las tensiones se desbordaron en todo el país, colocó múltiples carteles en toda la ciudad que decían, en inglés, español y criollo, “bienvenido vecino, me alegra que hayas venido”.
Dunston expresó que los carteles son una forma de “contraatacar” la noción de que los inmigrantes no son bienvenidos.
Cuando el pastor John Pierre-Charles llegó por primera vez a Albertville en 2006, dijo que los únicos haitianos que conocía en la zona eran miembros de su familia.
En 14 años de funcionamiento, la congregación de su iglesia en lengua criolla, Eglise Porte Etroite (Iglesia Puerta Angosta), ha pasado de tener sólo siete miembros en 2010 a aproximadamente 300 feligreses. Ahora anexa aulas al edificio de la iglesia para clases de inglés y de educación para conducir, así como un estudio de pódcast para dar cabida a la creciente comunidad.
No obstante, Pierre-Charles describe los últimos meses como “el peor período” para la comunidad haitiana en todo el tiempo que ha vivido en Albertville.
“Veo que algunas personas en Albertville están realmente asustadas en este momento porque no saben qué va a pasar”, agregó Pierre-Charles. “Algunos tienen miedo porque piensan que podrían enviarlos de regreso a Haití. Pero otros de ellos tienen miedo porque no saben cómo reaccionará la gente hacia ellos”.
Tras las repercusiones de las reuniones públicas iniciales en agosto, Pierre-Charles envió una carta a los líderes de la ciudad donde pidió más recursos para vivienda y alimentos, y así garantizar que su creciente comunidad pudiera adaptarse de manera segura, tanto económica como culturalmente.
“Eso es lo que trato de hacer: ser un puente”, dijo Pierre-Charles.
Y no trabaja solo.
En agosto, Gerilynn Hanson, de 54 años, ayudó a organizar las reuniones iniciales en Albertville porque dijo que muchos residentes tenían preguntas legítimas sobre cómo la migración afectaba a la ciudad.
Ahora, Hanson refirió que ajusta su estrategia, “centrándose en el nivel humano”.
En septiembre, Hanson, contratista eléctrica y partidaria de Trump, formó una organización sin fines de lucro con Pierre-Charles y otros líderes comunitarios haitianos para ofrecer viviendas más estables y clases de inglés para satisfacer la creciente demanda.
“Podemos mirar a (Springfield) y convertirnos en ellos en un año”, manifestó Hanson sobre la animosidad que se ha apoderado de la ciudad de Ohio, que se ha visto inundada de amenazas. “Podemos sentarnos y no hacer nada y dejar que esto desarrolle ante nuestros ojos. O podemos tratar de contrarrestar algo de eso y llegar a un punto en el que todos sean productivos y puedan hablar entre sí”.
Debates similares han proliferado en reuniones públicas en todo el estado, incluso en lugares donde los residentes haitianos representan menos del 0,5% de la población total.
En Sylacauga, videos de numerosas reuniones públicas muestran a residentes que cuestionan el impacto del supuesto aumento de inmigrantes haitianos. Las autoridades dijeron que hay sólo 60 inmigrantes haitianos en la ciudad de aproximadamente 12.000 personas al sureste de Birmingham.
En Enterprise, no lejos de la frontera entre Alabama y Florida, autos abarrotaron el estacionamiento de la Iglesia Bautista Open Door en septiembre para un evento que prometía respuestas sobre cómo la creciente población haitiana afectaba a la ciudad.
Después del evento, James Wright, jefe de la tribu indígena Ma-Chis Lower Creek, se mostró comprensivo con las razones por las que los haitianos huían de su hogar, pero dijo que le preocupaba que los inmigrantes afectaran la “cultura política” local de Enterprise y los “valores comunitarios”.
Otros asistentes hicieron eco de los temores y la desinformación sobre que los inmigrantes haitianos “no respetan la ley” y son “peligrosos”.
Pero algunos llegaron para tratar de aliviar la creciente ansiedad sobre la comunidad migrante.
Michael Moore, jefe de policía de Enterprise, reportó que compartió estadísticas de su departamento que no muestran un aumento mensurable en los delitos desde que comenzó a crecer la población haitiana.
“Creo que había bastantes personas allí que estaban más preocupadas por el alarmismo que por los migrantes”.
Moore refirió que su departamento había recibido informes de inmigrantes haitianos que vivían en casas que violaban el código municipal, pero cuando se acercó a las personas en cuestión, los problemas se resolvieron rápidamente. Desde entonces, su departamento no ha escuchado ninguna queja creíble sobre delitos causados por inmigrantes.
“Entiendo completamente que a algunas personas no les gusta lo que digo porque no se ajusta a su propio proceso de pensamiento personal”, dijo Moore. “Pero esos son los hechos”.