Agencias, Ciudad de México.- En la segunda mitad del siglo XX, los niños mexicanos y mexicoestadounidenses de Marfa, Texas, eran educados en un edificio de estilo adobe en aulas que los exalumnos describen como cuarteles.

Recibían libros de texto de segunda mano y les daban tablazos por hablar español en lugar de inglés en una escuela donde los estudiantes hispanos estaban segregados de los anglosajones por ley y en la práctica, tal como los blancos y los negros lo estaban en el sur. Pero el director de la Escuela Blackwell también creó una liga interescolar específicamente para “escuelas mexicanas”, y los exalumnos recordaron a sus amigos y amables maestros, y compartieron risas cuando se reunieron en Marfa el sábado, al comienzo del Mes de la Herencia Hispana, para celebrar que la Escuela Blackwell se convirtió en el parque nacional más nuevo.

En una ceremonia formal de inauguración del nuevo sitio nacional dedicado a la historia moderna de los latinos, exalumnos de Blackwell, vecinos, amigos y políticos visitaron la escuela original y un edificio más pequeño que sirvió como la sala de la banda. En el interior, fotografías, objetos de recuerdo y paneles interpretativos con citas de exalumnos y maestros muestran la huella dejada por una escuela que alguna vez fue un ejemplo del sistema educativo racialmente dividido que definió la segregación de facto en el país de 1889 a 1965.

En la ceremonia, una banda de mariachis sonaba cuando se cortó el listón. Las 100 personas que asistieron también disfrutaron de la presentación de un ballet folklórico y música tradicional fronteriza del desierto de Chihuahua interpretada por la banda Primo y Beebe. Los exalumnos también tuvieron la oportunidad de escribir en una pizarra blanca lo que la Escuela Blackwell significó para ellos.

“Me alegra que no la hayan demolido”, dijo Betty Nuñez Aguirre, exalumna y directora de la Alianza Escolar Blackwell. “Le mostrará a la próxima generación que no siempre fue fácil para sus padres o abuelos recibir una educación”.

Muchos exalumnos consideran a Blackwell —construida en 1909 y cerrada 11 años después, tras la histórica decisión judicial del caso Brown contra El Consejo de Educación, de 1954, que falló que la segregación en las escuelas públicas era inconstitucional— como algo más que un símbolo de la historia de la desigualdad racial en Estados Unidos. Es un símbolo de hispanos triunfantes ante la adversidad.

En 2006, Joe Cabezuela, de 80 años, celebraba en un restaurante local la reunión de la generación 1960 de Blackwell. Fue entonces cuando se enteró de que el Distrito Escolar Independiente de Marfa demolería la escuela Blackwell. Cabezuela refirió que supo de inmediato que había que hacer algo para detener dicha demolición, así que fue directamente a la oficina del superintendente.

“Eso no va a suceder”, dijo Cabezuela al superintendente. “Es parte de la herencia hispana, una historia que debemos conservar”.

El superintendente invitó a Cabezuela, fundador y expresidente de la Alianza Escolar Blackwell, a dar una presentación a la junta escolar sobre por qué el edificio debería ser preservado. Cabezuela y otros exalumnos se aliaron y trabajaron con un artista local en un boceto de cómo debería verse la escuela preservada.

Poco después, la junta escolar de Marfa acordó un contrato de arrendamiento del edificio durante un siglo por 1 un dólar a la Alianza Escolar Blackwell, con la condición de que el edificio fuera demolido si la conservación del edificio se estancaba durante más de 25 años.

Se iniciaron pequeñas recaudaciones de fondos todos los años para pagar la factura de la electricidad, mantener el agua y reparar los daños.

Autorizada por la Ley del Sitio Histórico Nacional de la Escuela Blackwell, que el presidente Joe Biden firmó en octubre de 2022, la escuela se convirtió en parte oficial del Servicio de Parques Nacionales en julio.

“Este sitio es un poderoso recordatorio del diverso y a menudo complejo viaje de nuestra nación hacia la igualdad y la justicia. Al honrar el legado de la Escuela Blackwell, reconocemos la resiliencia y las contribuciones de la comunidad hispana en nuestra historia compartida”, dijo Deb Haaland, secretaria del Interior, en julio, cuando se estableció formalmente el sitio.

De los 429 sitios que forman parte del Servicio de Parques Nacionales, solo dos relataban la historia moderna de los hispanos antes de Blackwell: el Monumento Nacional César E. Chávez, en California, y el Monumento Conmemorativo Nacional Chamizal, en El Paso, Texas.

Tony Cano, miembro de la Alianza Escolar de Blackwell, asistió a la Escuela Blackwell durante tres años a partir del otoño de 1952. Durante su estancia allí, recuerda que los maestros hacían que los estudiantes escribieran palabras en español en papel, colocaran esos papeles en miniataúdes hechos con sombreros o cajas de puros, y enterraran al “señor español” en un funeral simbólico frente al asta de la bandera de la escuela.

“Intentaban que habláramos solo inglés en el campus y en el aula”, reportó Cano. “Muchos niños se rebelaron. Una vez que te rebelabas, te azotaban tres veces con la tabla”.

Cano recuerda que una niña que fue azotada se fue a casa con moretones y no volvió a la escuela durante tres días. Agregó que ahora que es mayor se da cuenta de que, sin importar lo que les hayan hecho en ese entonces, “no pueden quitarme mi herencia”.

De 1920 a 1947, el director Jesse Blackwell, quien es anglosajón, transformó la escuela al crear una liga interescolar específicamente para “escuelas mexicanas” donde los niños de la región podían competir entre sí, dijo el historiador Cristóbal López.

Por sus contribuciones, la escuela conocida primero como Ward o Mexican School recibió el nombre de Blackwell cuando él se jubiló.

“Tomó los fundamentos y los elevó al siguiente nivel para asegurarse de que los estudiantes, a pesar de que estaban en una escuela segregada, recibieran la educación adecuada que necesitaban”, dijo López, quien es representante de campo de Texas en la Asociación de Conservación de los Parques Nacionales.

“Las escuelas mexicanas, y cuando analizas la educación segregada, algunas de las cosas que sobresalen —el abuso físico, el abuso emocional— sucedieron en Blackwell”, dijo López. “Pero los exalumnos realmente se unieron y cambiaron la narrativa, y realmente la convirtieron en una historia de resiliencia, perseverancia y éxito”.

A pesar de las asociaciones negativas con las “escuelas mexicanas” que desalentaban el idioma español, los exalumnos se han aferrado a los recuerdos de sus maestros, amigos, los pequeños gestos y las risas.

“Creo que, en Blackwell, simplemente se preocuparon mucho por nosotros”, opinó Cano, “aunque algunos de nosotros éramos difíciles de manejar”.

En quinto grado, recuerda Cabezuela, él y sus compañeros recibieron nuevos equipos de juego cuando el entonces director, Henry Ward, apareció con una bolsa de lona llena de bates de béisbol nuevos. Cabezuela dijo que es uno de sus mejores recuerdos de cuando estuvo en la escuela.

Cabezuela agregó que está feliz y orgulloso de que la escuela haya podido ser conservada, pero la mejor parte de que la Escuela Blackwell haya sido nombrada parque nacional es que quienes la visiten verán a sus abuelos y aprenderán más sobre su historia. Ahora, dijo, “nuestros nietos, bisnietos caminarán por ese edificio. Incluso cuando yo ya no esté, irán allí y probablemente verán algo sobre mí y dirán: ‘Mira a mi abuelito’”.