Agencias, Ciudad de México.- «Estamos al borde de la muerte», afirma Wolde Meressa desde la pequeña aula donde se refugia junto con otros treinta desplazados en Mekele, la capital de la región del Tigré, en el norte de Etiopía, rezando por que Dios los lleve «de regreso a casa».

Como este hombre de 78 años, más de un millón de personas fueron desplazadas de sus hogares durante la guerra del Tigré, que enfrentó a las autoridades federales con los rebeldes del Tigré entre noviembre de 2020 y noviembre de 2022. Y aunque hoy ya no suenan las armas, todo el mundo sigue viviendo en la incertidumbre.

«Quedándonos aquí, esperamos simplemente la muerte», asegura Wolde, que vive con su esposa y varios de sus hijos.

Los desplazados dentro del Tigré viven precariamente en campamentos improvisados o en escuelas convertidas en refugio en toda la región, escenario de una de las guerras más mortíferas desde el comienzo del siglo.

Unas 600.000 personas, según una estimación de la Unión Africana, murieron durante el conflicto, y otros 3 millones se quedaron sin hogar.

Más de un millón todavía no pudo regresar a sus casas, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), y su situación se vuelve cada vez más desesperada a medida que las organizaciones humanitarias reducen sus operaciones y aumenta la dificultad para obtener ayuda esencial, afirman los trabajadores humanitarios.

En un campo de desplazados gestionado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Shire, ciudad situada a unos 300 km al noroeste de Mekele, Tibe Addise teje tranquilamente una gran cesta roja y blanca.

Esta mujer de 42 años afirma que está comenzando su «cuarto año en el campo». «Desde que llegué, me resulta difícil cuidar de mis hijos, sufro diariamente el frío y el hambre», dice.

«Muchos corren mi misma suerte, aunque no tenemos más remedio que quedarnos aquí», añade, con un chal multicolor cubriéndole la cabeza y los hombros.

Fuera, las cuerdas para tender ropa cuelgan sobre los caminos de tierra, la gente lleva bolsas de comida y los niños juegan.

– «Al borde de la desesperación» –

La mayoría de las personas entrevistadas por la AFP vienen del Tigré occidental, una zona en disputa reclamada por el Tigré y la vecina región de Amhara, que luchó junto a las fuerzas gubernamentales durante el conflicto. El Tigré occidental sigue siendo prácticamente inaccesible para las agencias humanitarias.

Los grupos de defensa de los derechos humanos acusaron a las fuerzas amhara de llevar a cabo una campaña de limpieza étnica, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en el Tigré Occidental, durante el conflicto y desde la firma del acuerdo de paz, a la que no fueron invitadas.

Las tropas de la vecina Eritrea, las fuerzas amhara y otras fuerzas aún no se retiraron completamente de varias zonas del Tigré, desafiando el acuerdo firmado en Pretoria, capital de Sudáfrica.

«Nos dijeron que se restableció la paz y que podíamos volver a casa», cuenta Surafel Asmelash, de 42 años, desplazado y coordinador del campo de Seba Care en Mekele, el mayor de la región.

Pero «no hemos hemos regresado y las agencias de ayuda no pudieron quedarse», explica. «La gente está sumida en la incertidumbre», afirma.

En otra escuela convertida en campo de desplazados en Adwa, a unos 90 kilómetros al este de Shire, Genet Mengesha asegura que lleva al menos cinco meses sin recibir ayuda humanitaria.

«Registran nuestros nombres, pero luego nos dicen que no estamos en la lista. Solo unos pocos reciben ayuda», afirma esta mujer de 44 años, lavando ollas y sartenes agachada en el suelo. «Estamos al borde de la desesperación».